
El masaje tiene, en sus distintas formas, una tradición milenaria presente en casi todas las culturas en mayor o menor medida y con aspectos diferentes muy dispares. Pero básicamente es una relación de ayuda que se basa en el contacto físico y se desarrolla mediante técnicas y formas de comunicación no verbales. Podemos decir que el masaje es un baile sutil, un encuentro en el que se establece una relación de ayuda entre el terapeuta y la persona con una clara intención sanadora mutua y en la que se requiere “la presencia”, no sólo física, de ambas partes para favorecer el bienestar de quien toma el masaje, mejorando su estado físico, psíquico y emocional.
Sobre el Masaje en el Sistema Rio Abierto
En el trabajo con el Movimiento Expresivo hay una parte muy importante que se trabaja a través del masaje y gracias a lo aprendido en estos cuatro años de formación con el Sistema Internacional Río Abierto y a otras formaciones previas que me han aportado mayor conocimiento de anatomía, fisiopatología, biomecánica y bioenergética me permito compartir lo que creo que ofrezco en este línea de trabajo terapéutico a nivel psico–emocional a través del abordaje corporal.
Me gustaría señalar que en el Masaje con el sistema Río Abierto, que tiene una técnica específica ,estructurada hace más de 60 años, atendemos a varios aspectos del individuo integrando la sabiduría de varias escuelas de sanación, como:
También considero importante reseñar que en el masaje, aunque sólo sean las manos las que tocan a la otra persona, acciona el cuerpo entero del masajista ya que durante la sesión nos abrimos con todos nuestros campos energéticos a percibir las necesidades del otro y del mismo modo es desde todos los planos (físico, psíquico, emocional y espiritual) desde donde se transmite la intención de sanar aunque se canalice físicamente a través de las manos.
En una sesión se pueden elegir básicamente dos formas de intervención terapéutica: el masaje circulatorio (en que proponemos reequilibrar la energía redistribuyéndola en todo el cuerpo a través de los canales energéticos bien precisos) y el masaje correctivo (en que se interviene más específicamente en las trabas o bloqueos y se reacomoda la postura, y por lo tanto se entra en una profundidad mayor también en el plano psíquico).
Las sesiones tienen una duración de 2 horas, puesto que es fundamental ofrecer un espacio de recogida de la experiencia para el paciente, un espacio en el que permitamos a la mente un mínimo de elaboración para ayudar a la integración de la experiencia tras haber sido aparcada durante gran parte de la sesión en el trabajo corporal.
Sobre el Masaje PSICO-SEnsitivo
Este es un masaje con elementos comunes a otras técnicas y a la vez lleno de particularidades.
En este masaje se sigue una especie de protocolo más reglado a nivel de rituales: imposición de manos, formas de ungir los aceites que facilitan el fluir de las manos sobre la piel de la persona, acogida y cierre de la sesión, secuencia de actuación del terapeuta en el cuerpo de la persona pasadas maestras y movimientos opcionales o variables, etc.
Es un masaje completo (sin genitales) en el que la persona suele entrar en una especie de placentero trance, en el que se suelen sentir cuidados y acompañados en todo momento desde el respeto y la calidez del masajista. (Alguna vez me han comentado tras recibir este masaje que se han sentido como una crisálida dentro de su “capullito” de seda, protegidos, cómodos, casi ingrávidos). Y es que resulta un masaje muy integrador en el que se intenta una reconexión de todas las partes que habitualmente podemos vivimos como fragmentadas, dándole una continuidad a los movimientos del terapeuta que favorecen esa sensación de completud.
En este masaje la cadencia de los movimientos es lenta, las pasadas son suaves y las posiciones de las manos del terapeuta intentan la mayor superficie de contacto para producir esa sensación de acompañamiento, acogida y cuidado que envuelve toda la sesión de masaje.
Se trata de favorecer el clima en el que la persona pueda relajarse profundamente, confiándose al cuidado del terapeuta con la confianza de que “nada tiene que hacer”, al menos por el tiempo del masaje salvo mantenerse presente en la camilla y en su cuerpo entregándose a las sensaciones corporales de placer, suavidad y bienestar que el masajista provoca con sus movimientos.
Es un masaje que facilita la recuperación de la sensualidad y el placer del tacto desde un encuadre seguro para que la persona pueda experimentar el disfrute de ser tocado y de despertar así la sensibilidad y la conciencia sobre algunas partes su cuerpo. (Recuerdo una mujer que me dijo que por primera vez había sentido sus piernas en conexión con el resto de su cuerpo, integradas, formando parte de un todo cuando antes sentía un corte y una separación entre su parte inferior y parte superior).
También es un masaje que resulta muy terapéutico en cuanto a lo corporal y a lo emocional ya que utilizamos en él el principio de respeto a la dificultad, al dolor, contrariamente a lo que se suele hacer en el Quiromasaje con una contractura, donde se actúa de manera directa sobre ella, en esta forma de masaje buscamos la actuación indirecta, aflojando las zonas contra laterales a la contractura para que se aflojen las estructuras que rodean a la afectación para facilitar su disolución y dar salida a las energías que ahí quedaron contraídas. Relajando todo el cuerpo y las zonas circundantes al foco de dolor conseguimos una mejoría general que afecta positivamente a la zona afectada en fase aguda.
Es un masaje que requiere de una cierta periodicidad para notar los efectos a medio y largo plazo. Se recomiendan sesiones semanales o cuando menos quincenales durante un periodo determinado para probar los efectos que surte en nuestro bienestar y tono vital. Lo ideal sería uno a la semana durante al menos 2 meses. Las sesiones suelen ser de 1h y ½ para facilitar una “vuelta al mundo” de nuestro día a día progresiva y respetuosa con lo vivido en el lento devenir de la vivencia en la sala de masaje.