Es más que una técnica, es un camino por el que vengo investigando en mi desde hace más de 10 años bajo la amorosa y despierta mirada de mi maestra Betina Waissman y que, como las vías místicas o meditativas se basa en la práctica continuada, en la exploración vivencial y no tanto en una formación teórica, si bien hay una base conceptual en la que nos apoyamos para dar estructura a la propuesta y la técnica en si.
Esta disciplina tiene su origen en los años 60 en los EUA, en el mundo de la Danza Terapia, influenciada por las ideas de Carl G. Jung y evolucionando hasta la forma actual. Es una práctica que permite profundizar en lo ámbitos de la salud y el desarrollo personal, en la creación artística y en el meditación.

Si bien en “La Disciplina de Movimiento Autentico” que así es como lo llama Betina, que a su vez lo toma de su maestra, la norte americana Janet Adler, ponemos más el foco en lo terapéutico y el autoconocimiento, haciendo de ella una vía mística en la que tiene mucha importancia el desarrollo de la conciencia a través de tres ejes:
Llamamos Testigo Interior a nuestra parte sabia, a ese centro estable de nuestro interior que, informado por la intuición y el discernimiento, en nuestro proceso de maduración va formando cada vez más el lugar de referencia y guía para ra nuestras vidas. Y el/la facilitador/a asume inicialmente ese roll, con la lógica externalización de la función, para que la persona vaya desarrollando la figura interna que le permita salir del juez y mirarse de un modo más amable y bondadoso, aceptando sus contenidos como punto de partida para ir hacia una vida más consciente y plena.
En un marco de silencio, tanto si es en una sesión individual como en un trabajo grupal, vamos aprendiendo a entregarnos al vacío, a confiar en lo que emerge, a escucharlo y atenderlo más allá de los automatismos de carácter. Vamos abriendo un espacio para la escucha profunda de notorios mismos, invitando a que emerja el material inconsciente que precisamos en cada momento vital, dandole cuerpo y buscando su integración consciente.
El trabajo de ojos cerrados, al que la persona llega de un modo progresivo, tras haber nutrido la confianza en el espacio, el/la facilitador/a y el grupo si lo hubiera, permite el acceso a contenidos, la exploración, y la integración de los mismos a través de la mirada del testigo y de la breve devolución, que desde el total respeto y la no proyección, hace éste sobre los aspectos de su experiencia que la persona decida nombrar.
Aplicando diferentes herramientas para el recuerdo de nuestro cuerpo, sus movimientos y posturas, el espacio y el tiempo en que la persona tiene esa experiencia vamos fortaleciendo la capacidad de sostener cada vez mayor cantidad de material al que aplicarle conciencia y extractar nuevos aprendizajes. Para los que más adelante el trabajo con la palabra puede tener un lugar importante, ya que es otro modo de aprendizaje en el que nos apoyamos y que a veces ayuda a completar la experiencia e integrarla de un modo positivo y sanador.