Hace un par de días una persona llegó a mi consulta, un tanto apesadumbrada, por las situaciones familiares que ha tenido que vivir estos días atrás. Al margen de esto, que suele ser bastante habitual (y que junto a crisis en la pareja o dificultades para encontrarla, crisis existenciales o necesidades de re-orientación laboral suelen ser los principales motivos de consulta), me llamó mucho la atención una frase que dijo: «Otro año más las mismas historias y los mismos conflictos, igual que hace dos años, cuando vine consultarle la 1ª vez… Aquella tormenta pasó, pero siguen viniendo mayores temporales cada vez».
Y es que… efectivamente esta persona hace dos años vino a mi consulta en una situación parecida a la actual y… tras descargarse un poco de la angustia que traía a través de la conversación que mantuvimos, decidió no iniciar su proceso terapéutico. Aludió que iba a «dejar que pasase un poco el temporal» que «ahora que se encontraba menos angustiada, sentía más fuerza para resistirlo» que «quizá más adelante se pondría en contacto conmigo si la cosa no mejoraba». Siempre intento respetar al máximo el momento de cada persona y sus decisiones. Y pese a que sentía que podía ser un buen momento para empezar a tomar cartas en el asunto y que lo estaba necesitando más de lo que creía, la cosa quedó allí.
Lamentablemente, la realidad confirmó un par de años más tarde algo que yo tengo claro. Que los temporales emocionales vuelven una y otra vez, sino abordamos los asuntos que los provocan. Y más en el seno familiar, donde se juegan las influencias de dinámicas familiares que nos pueden seguir arrastrando sino aprendemos a mirarlos desde otro punto de vista y sino cambiamos la parte que nos toca a cada uno como miembros de ese sistema.
Y es que estamos sujetos por hilos sistémicos inconscientes que nos condicionan en nuestros comportamientos sociales, familiares y personales. No suele ser fácil salir de esos movimientos repetitivos, casi coreográficos, en los que, sobre todo en la familia de origen, donde cada uno parece tener «asignado» un papel. Bien sea de víctima, de gracioso, de tirano, de pasota o de currante, si no le ponemos conciencia, probablemente vamos a seguir actuando del mimo modo, desempeñando el mismo roll, atrapados en las dinámicas que ya conocemos y que nos hacen sufrir, al menos internamente, por la limitación de nuestro ser que supone.
Por eso es tan importante tomar conciencia de cual es mi aportación a esas dinámicas ya que, sólo así, podremos intentar hacer algo diferente la próxima vez. Sólo así existe una posibilidad de que sucedan cosas diferentes, de que las cosas cambien, de que no regresen los mismos temporales un año tras otro y poder salvarnos de los naufragios internos que a veces sufrimos.
Creo firmemente que «la Vida» nos pode delante de las mismas situaciones una y otra vez, para darnos la oportunidad de aprender con ello lo que necesitamos para seguir creciendo. Como si fueran pruebas, a través de las cuales podemos desarrollar los recursos necesarios para salvarlas y continuar así seguir evolucionando. A veces son pruebas que podemos superar con los recursos que ya manejamos. Y en otras ocasiones, necesitamos de un apoyo externo para que nos ayude a desarrollar recursos nuevos para afrontarlas.
En ocasiones, tras unos meses de trabajo terapéutico, he escuchado a personas en la consulta decir a cerca de estos días «ellos siguen haciendo lo mismo de siempre, son las mismas situaciones de toda la vida… sólo que ahora yo ya no me engancho con ello… para mi ahora es diferente, ya no me afecta como antes». Son momentos como este en los que celebramos juntos su triunfo. Momentos en los que festejamos que, gracias a su valentía de pedir ayuda, de abrirse a mirar desde otros sitios, de su coraje de entrarle a lo doloroso, de cuestionar lo que la subyugaba y gracias a su perseverancia a la hora de mirar los asuntos y la pactada periodicidad de las sesiones, podemos recoger estos primeros frutos, como una justa recompensa a tanto esfuerzo, tanto de atención, como económico y de energía.
Es también para mi, uno de los momentos más gratificantes como profesional. Ya que, si bien es un privilegio poder acompañar a la persona por estos caminos de la transformación, también es un motivo de alegría el verla recoger los frutos de tanto esfuerzo y de los, a veces, pequeños y costosos cambios que ha ido haciendo en su vida y en su manera de relacionarse con los demás e internamente con ella misma.
Y quizá más adelante, si la persona persevera en su camino de poner conciencia y transformarse, puede llegar a un apreciar un cambio aún más interesante… me explico: «Cuando movemos una ficha en un tablero de ajedrez, mismo que sea un simple peón, cambia toda la partida» me decía mi terapeuta hace muchos años. Y es cierto.
Cuando dejamos de engancharnos en los mismo «juegos neuróticos» de siempre, cuando dejamos de actuar como todos esperan en nuestra familia, en la pareja o en el trabajo, todo cambia. Ya nada es igual, porque yo ya no soy el mismo, porque ya cambié algo y eso modifica todo el «baile».
Incluso cuando aún no he podido actuar de un modo diferente, cuando de momento «sólo» estoy logrando no reaccionar como siempre, cuando estoy «simplemente» tomando conciencia de ese baile del que me sé participe y queriendo encontrar una mirada nueva… seguro que suceden cosas diferentes. Y esto creo que es debido a la cantidad de información que manejamos desde lo intuitivo – perceptivo – no verbal o energético. Pero esto da para entrarle en profundidad en otro artículo.
En este sentido creo que la Terapia Gestal nos ayuda, no sólo a tomar conciencia de cómo estamos sujetos internamente a estas dinámicas relacionases, sino también a que esos «darse cuenta» sean lo más orgánico posible. De manera que los cambios se dan a varios niveles, desde la pura toma de conciencia a nivel mental o de proceso cognitivo, hasta a nivel celular – corporal (influyendo en otras inteligencias que ahora se están validando), pasando por la amplificación de nuestra inteligencia emocional y energética. Por eso en la consulta rastreamos desde estas cuatro fuentes con la intención de que los cambios sean los más integrales posible.
También entiendo que el poder mirar a la persona desde las Constelaciones Familiares me ha ayudado a entender mejor como se fraguan estas dinámicas y poder acompañar a la personas a encontrar soluciones mejores para ellas en estos entornos emocionales tan frecuentados en estas recién pasadas fiestas navideñas.
Ojalá que todos podamos seguir caminando hacia una mejor relación con nosotros mismos en la que los temporales sean cada vez menos violentos y más navegables, con menores riesgos de naufragio interior.
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