Muchos son los aspectos en los que «El Tiempo» interviene en «La Terapia». Para empezar… las sesiones, cada una de ellas, tienen un tiempo pactado de antemano. Normalmente suele ser entorno a una hora, dependiendo del terapeuta y las técnicas que utilice. En mi caso propongo (normalmente) sesiones de 55 minutos para proceso en psico terapia y/o de una hora y media o dos horas para sesiones específicas de Trabajo Psico Corporal, Constelaciones Familiares o Movimiento Auténtico.
Y esto… sin duda es algo que hay que aprender a «tener en cuenta» por ambas partes. Con todo lo que esto conlleva en cuanto a aceptación de los límites, puntualidad, encuadre, etc. Pero esto daría para un artículo entero y… no es este parámetro al que me gustaría dedicarle mi reflexión de hoy.
Me gustaría invitar a reflexionar a cerca de la importancia de darnos el tiempo que el cambio profundo necesita. Creo que la constancia y el tiempo son dos factores tan imprescindibles para «el cambio» como la Conciencia y el Trabajo.
Tengo comprobado en mi mismo cómo los cambios verdaderamente profundos, los que implican los aspectos que se revisan en psico terapia llevan un tiempo para darse cuenta, un tiempo para digerir lo visto y un tiempo para implementar una nueva conducta.
Casi siempre que «forcé la máquina» llevado por las prisas, las urgencia de salir de donde me encontraba y/o la ambición de metamorfosis rápida, terminé dándome cuenta que habría necesitado «un tiempo de cocción más lento» y que los cambios quedaron en un sustrato superficial, con lo cual seguían activos los viejos patrones internos y se convertía en un pseudo cambio que se sostenía exteriormente por represión del impulso interno, cosa poco satisfactoria. Por el contrario… cuando pude escuchar y hacer caso a mi terapeuta y no «tratar de ir tres pueblos por delante» me fue mejor. Claro que los cambios implicaban esfuerzo, pero a veces me daba cuenta de que estaba haciendo algo diferente, casi sin darme cuenta mas que a posteriori. Cuando pude confiar en lo que me decían mis Maestros de que no merecía la pena forzar, que las cosas llevan su tiempo… los cambios surgieron de manera espontánea tras el trabajo constante de «atención y conciencia» con mucha mayor solidez y satisfacción internas.
Creo que todo proceso profundo de terapia pasa por momentos de «impasse» (como les llamamos en Gestalt. Y a veces esas etapas del camino de transformación se pueden convertir en áridos desiertos en los que la desesperación puede llevarnos a abandonar la terapia, a creer que la solución es cambiar de terapeuta o a probar otra vía de desarrollo. En mi experiencia (tanto en mi propio proceso personal como paciente, como en mi hacer como terapeuta acompañando personas en sus cambios, crisis y transformaciones) lo que ayuda es ponerle conciencia al impasse y sostenerlo, con la ayuda que precise, hasta que llegue el impulso para el ajuste creativo desde un lugar diferente al del los automatismo del Ego.
Sin duda la meditación es una herramienta que ayuda en estos momentos de «impasse». Y toda esta etapa se transita mejor con el acompañamiento de un terapeuta experimentado que nos pueda ayudar a identificar nuestros mecanismos evitativos, que como tales, tienen la función de evitar la angustia que se genera ante la expectativa del cambio. Del cambio de verdad, ese que muchas veces implica a nuestro carácter y que nos compromete hasta hacernos temblar por dentro por la sensación de vulnerabilidad ante lo novedoso en nosotros. La salida creativa pasa por sostener la angustia (siempre que sea en parámetros manejables) y explorar opciones no contempladas anteriormente.
Aún recuerdo, ahora con rubor y ternura, que una de mis primeras preguntas en la entrevista a la que fue mi primera terapeuta, ella por el 1999, fue: «y esto cuanto dura? con cuanto tiempo tengo que contar para… estar bien? qué es lo normal..?». Pobre de mi… al año y medio de terapia me di cuenta de que estaba tachando sesiones en un calendario, como hacíamos en los últimos meses de servicio militar esperando el día que nos dieran «la blanca», como si ello me fuera a dar garantía de éxito en mi proceso y por tanto la libertad (de mis dificultades, añado hoy desde mi auto conocimiento).
Ahora, cuando algún consultante me pregunta esto, con más o menos claridad, suelo sonreírme internamente al recodar mi propia ansia inicial y afrontar la respuesta con el máximo de honestidad…
«La verdad es que… no lo sé, no te puedo decir que haya un tiempo estándar, aunque sí se que sería bueno que pensases en si quieres dedicarte unos cuantos meses», digo. Y es que… No sé cual es la duración «normal» de un proceso terapéutico ya que son muchos los parámetros que intervienen. Aunque si se que hay unos mínimos necesarios para establecer el vinculo que permite abrir nuestros temas más íntimos y poder entrarles en profundidad. He visto y acompañado personas que en uno o dos años de terapia semanal han llegado a donde querían y decidimos cerrar el proceso. También tengo la experiencia de acompañar a algunas personas hasta los objetivos que habíamos marcado en el inicio de su proceso, años atras y llegado ese momento se han dado cuenta de que querían re-dirigir su terapia hacia otras áreas y hemos pactado otros nuevos objetivos en los que hemos invertido unos meses más. También he tenido la experiencia de personas que cuando se dan cuenta de lo que les va a implicar alcanzar los objetivos que pretendían decidieron cesar en su intento, al menos conmigo y/o posponer sus necesidades a pesar de sus actuales malestares emocionales o psicosomáticos. Y otras en cambio con las que, siendo un asunto existencial el que les traía a mi consulta, hemos compartido unos cuantos años de camino antes de «cerrar su proceso» habiendo sido mucho y muy profundos los cambios, no previstos inicialmente, incorporados a sus vidas.
Lo que quiero decir es… que no creo en la «terapia express»… que las estructuras intra psíquicas cuesta moverlas y cuesta cambiarlas. Hace tiempo que no creo en las «varitas mágicas», aunque un día las perseguí y aún hoy, en algunos momentos me gustaría encontrar alguna. También hace tiempo que soy claro en esto con las personas que me consultan… y aunque se que esto «no vende» me siento más tranquilo así. Se que estamos en una «sociedad express»… la sociedad del microondas, de la TV basura, fast food, paginas de contactos, 15 citas de 5 minutos, trabajos que había que haber presentado ayer, urgencias que no nos dejan ver lo importante ni disfrutar de lo que estamos haciendo. Pero me siento más honesto si desmonto esa locura social, cada día en mi, que también vivo esa presión social. Y en consecuencia, apuesto por un ritmo diferente, en el que le doy importancia a lo que me pasa, a lo que necesito profundamente, más allá de mis deseos negocios. Un «tempo» que me permita disfrutas de lo que hago y saborear lo que como, en lugar de engullir comida basura, experiencias televisivas desde un sofá.
Creo que… si estamos dispuestos a ofrecernos un tiempo para revisar nuestra vida, para tratar de arreglar lo que no anda bien, para plantearme si lo que hago me satisface, para mirar cómo me daño o me enfermo o cómo daño a las personas que amo; no merece la pena ir empujándonos para hacerlo en un tiempo récord. Creo que merece la pena dejar que «el guiso se cueza a fuego lento» para que tengamos una vida más satisfactoria y feliz. No dejar de alimentar el fuego (constancia, conciencia y atención) y a la vez desarrollar la paciencia para que «el guiso quede rico». Atender a lo importante, a veces implica saber desmontar las ilusorias urgencias, casi siempre impuestas externamente o internamente desde lugares poco sanos.
Hace poco me enteré que hay todo un movimiento «Slow» y aunque no conozco mucho… el concepto me gusta. Sin ponernos radicales, ya que creo que a veces necesitamos movernos con ligereza y rapidez para lograr lo que queremos… es bueno abrir espacios en nuestra vida para pararnos a respirar y disfrutar de un ritmo más lento del que nos quieren imponer. Y el tiempo en la terapia es importante aprender a respetarlo, a respetarnos con el tiempo, en nuestros tiempos internos.
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