Cada vez que llegan estas fiestas… me suele aumentar el trabajo en la consulta… bien sea para hacer Constelaciones Familiares, bien sea para Proceso Personal o por algún tipo de Crisis de Angustia o estado Depresivo en los nuevos consultantes. Más allá de que lo que eso supone para mi a la hora de ajustar mis horarios y respetar mis pactos de equilibrio personal, familiar y profesional… Desde hace años vengo tratando de comprender porqué…!?
A veces personas que llevan posponiendo la decisión de comenzar un proceso de psicoterapia se «animan» a llamarme impulsados por la evidencia que a nuestras vidas traen estos días tan señalados… Unas veces es la sensación de soledad, o de falta de relaciones satisfactorias. Ya que «estos días» que solemos tener más tiempo libre o al menos posibilidad de disfrutar de otra manera al resto del año.
Otras veces son la constatación, un año más, de lo poco que tienen en común con personas que en otro momento de sus vidas significaron algo más… o la sensación de extrañeza ante la diferencia de caminos vitales y la imposibilidad de apreciar esas diferencias como un valor… como algo que puede enriquecer la relación.
En otras ocasiones la motivación es abordar, de una vez, los conflictos que salpican las reuniones familiares a las que se prestan estas fiestas. Y en otras son los conflictos con la pareja los que se hacen más presentes en estas fechas debido la dificultad con «la familia política».
Por un lado pienso… ¿y… quién no tiene fricciones en su familia…? pero por otro, no deja de sorprenderme la cantidad de personas (de todos los estatus sociales y condición) que sufren/sufrimos o hemos sufrido con estas celebraciones navideñas en las que suelen saltar conflictos encapsulados durante años, evidenciarse las «coreografías familiares». En ellas los roles de cada uno dentro de su familia se acentúan al aumentar el contacto, muchas veces no elegido consciente o consecuentemente. También me suelo preguntar por qué nos vemos atados a este tipo de movimientos que nos hacen sufrir y mantenernos enganchado a la insatisfacción y/o al conflicto (bien sea externo o interno)… qué es lo que nos impide decir simple y llanamente: «no voy a pasar la Navidad con vosotros porque no me merece la pena el ala riesgo de conflicto» o… «prefiero pasar las fiestas en otro lugar porque con vosotros me tengo que tragar parte de las cosas que pienso o siento y eso me hace mal» ¿cuan fuetes son los «lazos de amor» que nos encadenan a las dinámicas familiares? siendo que, año tras año, se reproducen los mismos o similares conflictos y cargamos con su reverberación unos cuantos meses del nuevo año…
Y es que… «el roce hace el cariño» dice el dicho popular. Y yo añado: y si no esta trabajado el vinculo y los asuntos pendientes… «el roce actualiza el conflicto».
En mi propia experiencia y en lo que voy costando en mi hacer como terapeuta acompañando a personas en sus procesos psico emocionales, los conflictos no son nuevos, sino que cada año se presentan de manera persistente, como un asunto pendiente, hasta que lo trabajemos para tratar de resolverlo y transitarlo de una manera creativa y diferente. A mi modo de ver «estas Fiestas» nos traen de nuevo eso que no resolvimos como una nueva oportunidad «para que le metamos mano al asunto».
A veces la posible solución pasa por tomar distancia, a veces pasa por poner un límite, otras por una conversación serena, otras por una pacto interno de no entrar en ello, otras pasa por encontrar un marco de actuación o por el establecimiento de unos mínimos para que el encuentro se dé y sea satisfactorio. Otras pasa por poner las cartas sobre la mesa y liberarnos de aquello que nos oprime (y que generalmente nos oprimió desde bien atrás, en nuestra infancia, donde se suelen fraguar todos los conflictos relacionases actuales y gestar las dinámicas perniciosas).
Todo esto son opciones que cada persona puede ir descubriendo por si misma, claro. Pero… no es cierto que tenemos muchas veces la sensación de haber intentado de todo para no caer en los mismos errores…!? Cuantas veces escucho en la consulta o a amigos/as algo como «yo ya no sé qué más hacer» o «ya no sé que hacer para evitar que vuelva a pasar lo mismo este año».
Creo que el proceso de Terapia suele actuar como un acelerador de esos descubrimientos que necesitamos hacer. También suele servirnos para poder aprender a mirar lo que no vemos o para experimentar (en un entorno protegido) lo que no nos atrevimos a probar. En otras ocasiones el proceso terapéutico ayuda a la persona a proveerse de las capacidades y habilidades para enfrentar de un modo diferente la situación o incluso para salir de ella.
Y es que… en muchas ocasiones «el espacio terapéutico» es como una especie de «banco de pruebas» que nos permite «el experimento y la exploración» para asegurar que cuando implementamos una medida novedosa en el seno de nuestra familia, estamos convencidos de que es «eso» lo que más necesitamos y lo que mejor podemos aportar para la posible solución del conflicto que se viene repitiendo… Otras muchas ocasiones vivo la consulta como una especie de «gimnasio de lo emocional» donde poder «hacer músculo» con determinados estados emocionales y/o darnos el permiso para transitar por ellos. Y en otras, el tener un punto de vista diferente (por el acompañamiento experto del terapeuta) sobre el problema ayuda bastante a cuestionar nuestra manera fijada y rígida de abordarlo.
Y… como no, el poder dar una «mirada sistémica» del asunto bien sea a través de las Constelaciones Familiares, bien a través de la genealogía o de otros abordajes aporta una cantidad de datos que probablemente la persona no estaba teniendo en cuenta para que la ecuación familiar de otros resultados en estas fechas o en las venideras, que «barítas mágicas» no existen y soluciones rápidas creo que tampoco.
Pero lo que si que hay, bajo mi punto de vista, es esperanza. Tengo la certeza de que tras algunos trabajos como estos que nombro y tras un mínimo de proceso guiado de autoconocimiento, con un acompañamiento terapéutico del tipo que cada cual decida, en pocas Navidades el panorama va cambiando y las conocidas tensiones se suelen relajar, bajan las angustias ante estos encuentros y la virulencia de los conflictos aminora hasta que, un día se logra un nuevo equilibrio en el «sistema familiar» que nos permite ser más nosotros mismos y gozar de mayor Paz y Armonía también en estas fechas.
Dicho esto… Deseo que tengamos todos unas Felices Fiestas, un buen cambio de año y que el 2016 nos traiga la Luz en la Conciencia, la Paz en el Corazón y el Amor que merecemos para nuestras vidas.
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