Decía Carl G. Jung que «lo que negamos nos atrapa, mientras que lo que aceptamos nos libera». La primera vez que leí esta frase pasó por mi cabeza sin pena ni gloria, pero en la medida en que he podido trabajar mis asuntos a lo largo de mi proceso de transformación ha cobrado mayor relevancia.
No deja de sorprenderme la potencia que tiene el traer al consciente asuntos que nos mantienen atrapados desde el inconsciente, desde lo que no conocemos de nosotros mismos. La mayoría tenemos cantidad de experiencias acumuladas en nuestro pasado que hemos necesitado apartar para sobrevivir (emocionalmente al menos) que están ahí afectándonos desde nuestro inconsciente, haciendo que nos comportemos de maneras que nos causan dolor, nos limitan o simplemente nos condicionan en nuestro día a día.
En mi experiencia son esas escenas inconclusas (como las llamamos en Terapia Gestalt) las que más nos lastran en nuestras relaciones. Por suerte «la Vida» nos las pone delante una y otra vez, de diferentes maneras, con diferente figuras (a veces) para que podamos completarlas de un modo más adecuado a lo que en su día pudimos hacer con ellas. La mayoría de nosotros nos quejamos por cosas que nos pasan una y otra vez en la vida (bien sea en relaciones, bien sea en acontecimientos) sin darnos cuenta de lo que puede estar afectando para que esto se repita una vez más.
Esto que tantas veces veo en mi consulta como Terapeuta actualmente, recuerdo que me sorprendió mucho la primera vez que lo escuché en mi proceso terapéutico. Me extrañó tanto darme cuenta de cómo hacía para perpetuar las mismas respuestas… ver la escasez de recursos desarrollados para manejarme con algunos asuntos, que se convirtió en una motivación para seguir conociéndome y obteniendo resultados mucho más satisfactorios en mi vida, a veces casi inmediatos, cuando me daba cuenta de estas repeticiones caracterológicas.
Recuerdo que otra de las cosas que me sorprendió es la cosa de que, cuando abordaba un asunto que me estaba siendo conflictivo, una relación insatisfactoria o un miedo que me tomaba irracionalmente… la cosa solía mejorar en un tiempo razonable. Siempre me pregunté cómo funcionaba esta magia que vivía gracias a mi terapia.
Ahora se, que no tiene que ver con la magia, sino con esta frase de C. Jung que citaba al principio. Ya que cuando nos permitimos pararnos a poner luz y conciencia sobre un asunto, muchas veces necesitamos examinar los mecanismos internos que están interfiriendo en esa situación, con lo cual, estamos ayudándonos a encontrar maneras nuevas de abordarlos y por lo tanto posibilitando la obtención de «resultados» novedosos.
Esto que se da tanto en el espacio terapéutico no deja de maravillarme ye es una de las alegrías que me mantienen en este oficio. Constatar como acompañando a una persona para ayudarla a resolver sus asuntos pendientes estoy asistiendo a un potencial avance del paciente para que se encamine hacia donde desea y/o necesita con menor grado de bloqueo y/o padecimiento interno. A veces en ese asunto en concreto y otras muchas veces en asuntos más esenciales que estaban también afectando a lo que era su pedido inicial.
A veces nos resulta difícil aceptar parte de nosotros mismos que hemos considerado indignas o vergonzantes, a veces nos cuesta reconocer determinadas actitudes internas o asumir algunas conductas que pueden ser mal vistas si quedan al descubierto, pero creo que no hay nada más liberador que reapropiarnos de nuestros contenidos, abrir nuestros miedos, compartir nuestras dudas o dificultades, airear las estancias que se quedaron escondidas en nuestro interior, sin exhibicionismos, con honestidad, con valentía y con en el lugar adecuado. Cuando logramos hacer esto, por lo general a los ojos de un terapeuta cualificado, y podemos recibir una mirada honesta que simplemente acompaña ese movimiento interno la liberación está casi asegurada.
Muchas veces a lo largo de mi experiencia acompañando procesos personales en la consulta y/o en los grupos he asistido a contenidos internos que la persona vive con carga y pesadez de algun tipo, con indignidad o vergüenza. Y no deja de sorprenderme lo común que me resultan la mayoría de ellos y lo cercano que me siento de los sentimientos que los acompañan. Decía Kisnamurti: «nada de lo humano me es ajeno» y creo que es cierto. Lo que sin duda che la diferencias es cómo puedo mirar esos asuntos y lo que hago con ellos. Y creo que poder recibir una mirada compasiva para con nuestros padecimientos (sin caer en falsedad, ni sensiblonerías actuadas) ayuda a que esos asuntos dejen de afectarnos negativamente y que nos podamos responsabilizar de nuestros contenidos y sentires para poder actuar de manera más armoniosa y satisfactoria. En el camino de la integración del Ser Humano que somos, la Aceptación es un paso fundamental.
Desde esta Casa Toya en la que tanta naturaleza se respira me resulta más sencillo reflexionar sobre todos estos asuntos más vitales, aceptando que me falta Naturaleza cuando estoy en la ciudad y que necesito siempre recolectarme con La Fuente… Buen sábado «a tuti».
Deja una respuesta