Desde que empecé mi proceso de transformación, hace más de 15 años, muchas han sido las cosas que he aprendido. Muchos los conceptos que he incorporado a mi manera de pensar. Muchas las palabras que he ido incluyendo, de manera más o menos consciente, a mi manera de hablar. Muchos los gestos que han ido completando mi expresión y muchas las ideas que he seguido, estudiándolas y examinándolas.
Pero lo que sin duda más me ha marcado a sido la cantidad de experiencias tan diferentes que he vivido en este tiempo. Algunas cortas e intensas, otras desbordantemente nuevas, algunas aburridamente conocidas, otras estruendosamente rompedoras, o asombrosamente calmas, o simplemente sensacionales por su calidad, su calidez o su emotividad. En algunas de estas experiencias era visto por una persona, mi terapeuta, uno de mis maestros o un/a compañero/a de camino con mayor o menor afinidad hasta entonces, con quien compartí esos momentos. En otras era simplemente mi experiencia en dentro de un grupo de personas que compartíamos la propuesta grupal. En algunas otras era mirado y/o acompañado por un grupo de personas, compañeros/as y/o terapeutas incluidos. Y en algunas otras han sido experiencias intimas, vividas en soledad, o en comunión con el cosmos, o con algún elemento de la Naturaleza o con algún animal más o menos cercano a mi vivencia.
Y es que… dicen que «la experiencia es la madre de la ciencia» y aunque lo comparto, también considero a «la experiencia» como «la madre del cordero» en el asunto de la transformación y la sanación. Por eso defiendo que, cada una de las «transformaciones» se asienta en una experiencia renovadora o en un cúmulo de ellas. Dependiendo del contexto en que la pude vivir, de la profundidad de la herida que viene a sanar o de la amplitud del asunto al que esté tratando de aproximarme… ya que, sin duda hay aspectos que de nuestra historia que, lo mismo que vienen de hechos repetidos que nos toco vivir hasta dejarnos esas heridas, necesitan para ser sanados algunas experiencias que se sumen para configurar el conjunto de experiencias nuevas que traigan la anhelada sanación o integración de lo vivido allá y entonces. Lo bueno es que el inconsciente no entiendo de tiempo, de manera que podemos aquí y ahora, como decimos en Terapia Gestalt, generar las experiencias que nos ayuden a limpiarlos y cerrarlos de una manera más armoniosa a como se cerraron cuando los tibiemos que encapsular para sobrevivir a aquello.
Otras veces la experiencia es tan potente que de una sólo logramos sanar algunos asuntos nucleares. Esto suele pasar cuando me puedo entregar enteramente a la propuesta y a la experiencia que estoy teniendo, cosa que no suele ser lo habitual, ya que los miedos y resistencias inconscientes suelen hacerse presentes interrumpiéndonos de la experiencia y entorpeciendo o ralentizando el proceso de sanación y/o transformación. Quiero decir, que… la entrega, como la conciencia, son como músculos internos que hemos de ir desarrollando poco a poco, fortaleciéndolas y afinándolas para poder entrar más de lleno en las experiencias que vivimos en nuestro día a día, como en nuestro proceso terapéutico o en un taller de movimiento expresivo, por ejemplo. Ya que ese habitar, lo más completamente posible, lo que estoy viviendo, acompañándome en esa experiencia es lo que le va a dar mayor profundidad y capacidad de sanación o de integración a la propuesta.
Claro que visto desde diferentes enfoques, esta capacidad de vivenciar, de experienciar, puede ser más o menos «cuestionado». Por ejemplo habrá quien defienda, a la luz de uno de los paradigmas la PNL (Programación Neuro Lingüística) y nuestros Sistemas Representaciones mentales (Visual, Auditivo y Kinestésico) podemos decir que unas personas pueden ser más proclives a aprender desde la experiencia ya que su manera es sentir (sensaciones corporales, movimientos, etc.) frente a otras que tiene como manera de resprentarse en mundo interno y externo el Sistema Auditivo (las palabras, los conceptos, etc.) o las más Visuales (que se manejan mejor con las imágenes). O si miramos desde la visión que Claudio Naranjo nos actualiza de la escuela de 4º Camino de los Tres Centros, Intelectual, Emocional e Instintivo, para las personas en las que prevalezca el Centro Instintivo o el Emocional será más fácil «sentir una experiencia».
Pero no es a ese tipo de experiencia a la que me refiero. Considero y así lo he vivido, que se puede tener una experiencia apasionante leyendo un libro, por ejemplo. Y es que a la experiencia que estoy refieriendome es a esa en la que me veo implicado de manera completa. A esa EXPERIENCIA en la que todo mi cuerpo, mi emoción, mi mente y mi ser están participando. Y creo que todos en mayor o menor medida, de manera más o menos consciente hemos tenido este tipo de experiencias en nuestras vidas (aunque algunas fueran traumáticas). Me refiero a esa experiencia en la que siento vibrar mi emoción, en la que mi carne se pone trémula, o mi cuerpo estalla por dentro, esa en la que se disipa la neblina de mi comprensión y llega mayor claridad a mis ojos, esa en la que me parece escuchar ultrasonidos que no suelo percibir, esa en la que quizá siento una calma y una paz desconocidas hasta entonces, o en la que puedo sentir en mi corazón la pulsión vital que me empuja y me hace inspirar profundamente o vaciarme en una exhalación… esa experiencia en la que todo se ordena, en la que todo cobra sentido, en la que mi alma emerge y triunfa sobre mi ego y sus mecanismos… esa que puede venir con la potencia de un huracán que me ajita sacándome de la parálisis o la calma de una suave brisa que me refresca y nutre en la parada.
Por eso en la consulta, en mi acompañamiento terapéutico, lo que busco es facilitar que la persona tenga este tipo de «darse cuenta» como decimos en Gestalt en el que los Tres Centros de la persona están implicados, en los que me estoy enterando con mis Tres Sistemas Representaciones.
Ese tipo de Experiencia que hace que ya no lo olvide, que hace que «me lo lleve puesto». Esas experiencias que puedo escribir, contar, cantar, o dibujar, pero que sobre todo he podido sentirlas desde el tuétano a los pelos de la cabeza y en el que el «ahja» es completo. Por que son estas las experiencias que nos transforman y que nos ayudan a sanar las heridas, a limpiar las ofensas, a lavar las humillaciones recibidas, a nutrir lo que no fue nutrido, a perdonar lo que nos hicieron o lo que nos hicimos, a entender desde todas las células que podemos dejar eso atrás y abrirnos a lo nuevo, a lo que merecemos, al Amor, a la Salud, al bienestar, a la Luz.
Por todo esto deseo que podamos vivir las Experiencias que necesitamos y habitarlas completamente, por todo esto es que sigo trabajando, en mi, en mi experiencia personal y en mi experiencia como terapeuta. Espero y deseo que el leer esto te haya resultado una experiencia tan reveladora o reafirmadora como para mi lo ha sido el escribirlo. Espero y deseo que te animes a tener ese tipo de experiencias y que sean todas en un camino de Luz, de Sanación y de Amor, ya que también estamos sujetos a vivir esas otras experiencias que pueden retraumatizarnos y/o seguir empequeñeciéndonos y limitando nuestras vidas. Y para evitarlas nada mejor que ponernos en manos de un guía experimentado hasta desarrollar las propias capacidades para conducirnos por el mar de Experiencias a las que nos podemos ver abocados y aprender a seleccionar donde entregarme a la experiencia y donde tener la experiencia de alejarme.Que todos/as tengamos acceso a Experiencias de Transformación positivas…
Manuel Millán
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