Cada año por estas fechas siento una especie de «volver a empezar» es una sensación de oportunidad. Y… si, también se junta con la pereza de dejar las vacaciones atrás, no lo vamos a negar.
Pero ciertamente es, este mes de septiembre, momento de volver a retomar las «rutinas sanas» que nos permites seguir adelante, creciendo, manteniendo el ritmo que alteramos en mayor o menor medida por el merecido descanso estival.
Desde retomar la actividad laboral (que nos permite mantener la vida que tenemos y da estructura a nuestra existencia en este plano de existencia material, casa, economía, etc) a retomar estudios y/ó formaciones (que nos ayudan a seguir evolucionando, completándonos o mejorando en las áreas que nos interesan o en las que queremos desarrollarnos) pasando por retomar la actividad física que como la mayoría de las cosas precisa de una constancia y una rutina (en la afección más sana del termino y no tanto en su aspecto mas tedioso) para obtener resultados eficaces, mantenimiento de la forma física, del tono muscular, de la elasticidad músculo esquelética y de la producción de serotonina para nuestro estado anímico.
Todo ello suele hacerse visto afectado por «las vacaciones», sea que estas me llevaron a lugares paradisiacos (o simplemente diferentes), o a visitar a personas queridas que viven lejos, o a probar actividades extremas, a tener mas tiempo con la familia o la pareja o con amigos, o a facilitar las actividades de los/as hijos/as, o me hayan permitido mayor tiempo de lectura y/o de retiro, o más horas de practica de mis actividades preferidas, o mayor tiempo de estudio de las materias de mi interes, o a ponernos al día con tareas pendientes (de esas que precisan de mayor numero de horas continuas) o simplemente más descanso, reposo o relajación en las tareas cotidianas del resto del año.
En mi caso baja bastante la actividad de mi consulta de psicoterapia e interrumpí los grupos regulares (debido a mi necesidad de descanso y de todo esto que nombraba antes y a las vacaciones de las personas que asisten a terapia o a los grupos de movimiento Expresivo y/o de desarrollo personal). Y esto me permite además de atender a esa necesidad (que todos tenemos y en la mayoría de los casos debemos aprender a regular), dedicar un tiempo a seguir formándome y actualizándome en algunos aspectos de mi profesión y nutrirme junto a mis Maestros, facilitar algunos trabajos intensivos y/o de larga duración (por ejemplo en un SAT, que son 10 días de inmersión en el carácter de cada cual; ó sesiones especiales de más horas) reorganizar mis carpetas de las músicas que utilizo para mis trabajos y aumentar – actualizar la «música clasificada» para los mismos y para mi propio disfrute. Leer algunos libros y tesinas que tenía en cola de lectura y estudiar algunos temas que despertaron mi interes a lo largo del curso pasado tanto a nivel personal como laboral. Retomar el buceo, visitar lugares que me llaman la atención y otros en los que me siento bien y pasar tiempo con mi familia, cultivando el vinculo de cariño, confianza y relación, acercándome a mis hermanas y acompañando el crecimiento de mis sobrinos/as y disfrutando de su jovialidad y frescura, cuidando de acompañar y atender a mis padres en estos sus últimos años de vida. Y cultivar algunas amistades queridas buscando encuentros más profundos. Aumentar los tiempos de meditación y práctica de mi camino espiritual, etc.
Y llega el momento.
En mi caso es una suave transición hacia la actividad del próximo curso. Programando actividades nuevas o dando continuidad a otras ya consolidadas, retomando las sesiones con «mis pacientes» en la consulta individual y/o de pareja; retomando la actividad física, etc. En otros casos la transición no es tan progresiva, teniendo que incorporarse a los trabajos, de un día para otro (como quien dice), preparando los uniformes y los materiales escolares para la vuelta al cole de los peques o decidiendo cuales serán las actividades a las que queremos dar prioridad este próximo curso.
Y es ahí donde quería llegar… a la OPORTUNIDAD que tenemos para re dirigir nuestro rumbo.
Es momento para tomar el compromiso con nosotros mismos de encontrar el modo de seguir cuidándonos, de seguir creciendo, de seguir aprendiendo y desarrollarnos. Es momento para dar un paso al frente y abordar asuntos pendientes, de esos que probablemente se hayan evidenciado durante el verano con el cambio de rutinas. Sea que nos hemos dado cuenta una vez más de que seguimos discutiendo con los padres y/o resentidos internamente con ellos, o que no tenemos la relación pareja que queremos, o que necesitamos mejorar el modo de relacionarnos con los hijos o con los amigos… o que necesito aprender latín para sentirme agosto leyendo a los clásicos. Quizá este es el momento en que me puedo atrever a buscar ayuda con estos temas, bien sea a través de abrir un proceso terapéutico, o un tiempo de atención – reflexión mayor, o de talleres de crecimiento personal, o de practicar meditación en cualquiera de sus formas o a buscar una academia de Latín.
La cosa es no perder el impulso del verano… no dejar que la energía acumulada gracias al descanso, al cambio de actividad, al cambio de escenario o a los trabajos realizados. Tratar de aprovechar esos darse cuenta, no tapar de nuevo ese malestar que nos trajo lo que se evidenció por algo que va mal o esa inquietud por algo que quiero lograr o mejorar. Tratar de buscar el camino y/o las herramientas que nos ayuden a que la cosa cambie, para que no llegue el próximo verano y me encuentre viviendo de nuevo esas situaciones desagradables o de carencia.
Aprovechar el nuevo curso, para tomar unas clases de baile o de expresión corporal para no volver a verme el próximo verano sin disfrutar de «mover el esqueleto» o apuntarme a natación para poder nadar en el mar el próximo verano junto a los míos, o apuntarme a ingles para no poder viajar al extranjero con más autonomía, o.. lo que sea que más deseamos. Atendiendo, en la medida de los posible y de la comprensión de cada uno, a nuestras necesidades físicas, emocionales, intelectuales y espirituales. Porque lo mismo que tenemos que cuidar nuestro cuerpo (con actividad física, alimentación saludable, higiene, reposo, etc.) y desarrollar nuestro centro intelectual (aumentando nuestros conocimientos, ampliando nuestra capacidad de resolver problemas, etc.) tenemos que atender también nuestras necesidades emocionales (cultivando una buena relación con nosotros mismos, aprendiendo a gestionarnos emocionalmente de manera más satisfactoria e incluyendo en nuestras relaciones el cuidado emocional y la resolución de conflictos en este plano, etc.) y … sinceramente creo, que también necesitamos atender los llamados de nuestra Alma (desarrollando la trascendencia, lo transpersonal del ser humano que somos y nuestra conexión con La Naturaleza y las Fuerzas que nos acompañan). Para poder ser cada vez seres más completos, más felices y más humanos… Así que, no perdamos la oportunidad que nos presenta este inicio de curso…
Son muchas las personas que cada año, en esta época llegan a mi consulta y a la de otros/as compañeros/as, pidiendo acompañamiento para mejorar sus relaciones personales, u orientación para su auto-cuidado, o ayuda para arreglar la relación con sus familiares o con su pareja. Otros vienen en situación de crisis emocional por algún asunto. O por crisis existenciales que el periodo estival dejó al descubierto. En algunos casos el haber pospuesto durante unos cuantos años el dar este paso hace que lleguen con ansiedad por lo que apremia el «ponerse manos a la obra» o con angustia por la falta de recursos propios, o enojados por algún conflicto que se repite, o con depresiones (de mayor o menor gravedad) por la impotencia de sentirse atrapados en situaciones dañinas y dinámicas perniciosas, o con baja energía, sin ilusión para afrontar los cambios que precisan. Y muchas son las ocasiones en que, después de un tiempo de terapia, llegamos juntos a la misma conclusión… «que pena no haber dado este paso antes, qué pena no haberme atrevido a buscar ayuda un poco antes de llegar a estar así». Y la verdad es que alivia un poco saber, tener comprobado en mi propia experiencia y como profesional, que tras un periodo mas o menos corto de proceso personal, de revisión terapéutica, la cosa suele aliviarse bastante y entramos en una etapa de mayor conexión con nuestras necesidades internas – auténticas, mayor habilidad para atenderlas y por tanto mayor Plenitud y satisfacción general.
Pero esa es la tendencia del Ser Humano… hasta que la incomodidad que causa la situación actual que vivimos es mayor que el miedo a los cambios (que tenemos todos en mayor o menor medida), hasta ese momento, nos solemos resistirnos a tomar medidas, agarrándonos a patrones de funcionamiento que, por más que nos causan problemas y no nos resulten satisfactorios, mantenemos por lo conocidos y por la identificación a esas formas de pensar o actuar o a la imagen que hemos construido de nosotros mismos a través de ellos. Tenemos una tendencia a mantener el «statu quo» aunque no son traiga la felicidad y el bienestar que nuestro alma necesita. Y también está la tendencia a acomodarnos en las cosas que conocemos. Y no tendría yo nada en contra de esto si viera personas sanas, contentas y felices.
He los de pensar, también, que no hay recetas genéricas, hay que mirar a cada persona en su particularidad, ya que lo que para unos puede ser antídoto y novedad, para otros puede ser el alimento de su «neura». Algunas personas, por ejemplo, necesitan ponerle más cabeza a sus vidas mientras que a otras lo que les viene bien es precisamente dejar un poco de lado tanta «rumiación mental». Y tampoco hay varitas mágicas... los cambios se logran en la forja de la atención, la conciencia, la disciplina, la perseverancia y el compromiso. Por eso…
Aprovechemos este momento del año, tomemos nuestros buenos propósitos y llevémoslos a la acción. Apostemos por seguir cada día mejorando, siendo mejores personas y trabajando en nosotros mismos para tener vida más plenas y armoniosas.
Buen inicio de curso!!
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